viernes, 14 de octubre de 2011

The call of Cthulhu

Siempre nos tiramos de los pelos cuando vemos la adaptación de un libro que no funciona en la gran pantalla. A pesar de que mientras leemos trazamos con exactitud el desarrollo del hipotético largometraje, ante la posibilidad de ver nuestros sueños cumplidos las circunstancias no siempre son las más propicias, y así los resultados. La impericia o desidia de los guionistas a la hora de adaptar el lenguaje narrativo de otro medio, o las presiones que distorsionan el argumento base para asegurarse la mayor afluencia de público posible son casi el pan nuestro de cada día (recientemente están los casos de Dune y En las montañas de la locura). Y eso por no hablar de la propia dificultad que entrañan ciertos textos.



En este último apartado entra con especial fuerza la obra de H. P. Lovecraft. De sobra conocido a estas alturas de la Historia, el enjuto hombre de Providence dio no sólo vida a una cohorte de seres procedentes de los abismos cósmicos, sino que también logró plasmar con hórrido acierto las difusas barreras entre la vigilia y el sueño entremezclando todo ello con cultos diabólicos y libros que sólo se encuentran en la Universidad de Miskatonic (y algún par de lugares más). Es esta intersección de planos, junto a esa ausencia de diálogos que a algunos lleva a calificar a nuestro caballerete de Nueva Inglaterra como escritor tostón, y es ahí donde yo veo un gran acierto en él como escritor (es un narrador puro y duro), lo que dificulta en exceso su adaptación a la gran pantalla.


Y eso que adaptaciones de Lovecraft ha habido unas cuantas. Desde las traslaciones "oficiales" como Re-animator, El horror de Dunwich, El palacio de los espíritus o Dagon a aquellas de planteamiento original en las que se pueden rastrear las influencias del terror cósmico como La cosa, City of the dead o la última entrega de la tetralogía de los templarios La noche de las gaviotas. Y, aún así, la impresión general es la de que el de Providence tiene mala suerte con las películas sobre su obra, que falta esa película definitiva (con su título, sus personajes y su todo) que adapte de forma fidedigna la ominosa atmósfera de los libros. Pero esa película lleva tiempo morando entre nosotros...


Como un apéndice más de la H. P. Lovecraft Historical Society, Sean Branney y Andrew Leman, miembros de la misma, decidieron embarcarse en la tarea de hacer una película de los relatos del escritor americano siendo el elegido The call of Cthulhu, buena muestra de la citada mixtura de caos primigenio y onirismo. Como comentan en su página, este les ofrecía una historia conocida, no adaptada con anterioridad al celuloide y que propiciaba retos interesantes a un par de cineastas independientes como son ellos.

Cuando la vi, el resultado me dejó sin palabras. En contadas ocasiones se siente uno tan abrumado tras presenciar un mediometraje (son poco más de 45 minutos). No dejo de pensar en que el cariño puesto y la perfecta unión de los diversos elementos de la puesta en escena han dado una de las primeras grandes obras de arte del siglo XXI. Así de tajante. Mediante el uso del Mythoscope (sí, señor), el nombre con el que han acuñado la mezcla de antiguas y nuevas técnicas cinematográficas, han dado a las imágenes un ambiente que casa a la perfección con la historia que nos narra el despertar (o más bien bostezo) del monstruo de R'lyeh.

Tren blindado de Gino Severini


Fotograma de The call of Cthulhu


La narración está trazada con buen pulso, mostrándonos con acierto esa conexión, verdaderamente complicada de reflejar, entre lo cósmico y lo puramente humano, entre los mundos del sueño y las antiguas edades que el propio hombre desconoce. El profundo respeto a las creaciones de Lovecraft aparece incluso en la representación de la geometría no euclidiana de R'lyeh, esa arquitectura de ángulos complicados que en En las montañas de la locura el de Providence cita como algo similar a las creaciones diseñadas por sus contemporáneos futuristas (y que yo también me imagino en parte como arquitectura expresionista y ambientes de cuadros de de Chirico y Escher). La recurrencia al cine mudo y sus subtítulos motiva el paralelismo, además de con la cinematografía de los años 20, con las páginas del relato al sumirnos el simple acompañamiento musical en la lectura de la historia; el uso de los formalismos expresionistas nos introduce más si cabe en el clima opresivo, acentuando el agobio de los protagonistas; y la técnica usada para Cthulhu no podría ser más acertada (y entrañable) para el clímax definitivo de la historia.

Toda una experiencia. Un perfecto ejemplo de lo que se puede fraguar más allá de la barrera de los estudios. Ved y difundid.


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